jueves, 29 de abril de 2010

Crónica de una muerte

Ese día por la tarde Mario se enteró que moriría a media noche. Terminó sus labores en la oficina y se dirigió al centro de la ciudad, hizo una parada en una pequeña tabaquería frente al zócalo y compró un paquete de cigarros cubanos. Se dirigió entonces al café ubicado en la mezzanine del Teatro Morelos, pidió una ensalada y un café cargado. Llamó a un par de amigos, y los tentó diciendo que él pagaba la cuenta.
Platicaron toda la tarde mientras tomaban cerveza. Se dieron las nueve de la noche y cada quien tomó rumbo a su casa, Mario manejó hasta su departamento y lo primero que hizo al llegar fue descorchar aquella botella de vino tinto Gato Negro que jamás quizo probar.
Sirvió una copa, y con ella en mano se quedó parado frente a la ventana. Decidió que entonces podría escribir sus memorias, nunca es demasiado tarde, y que mejor que hacerlo en el último minuto.
Siendo las 11:59 encendió un cigarro. Un minuto después exhaló su última bocanada de aire.
Al día siguiente su hermana encontró las memorias de Mario, decían: "Nací, crecí, amé y morí"

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