martes, 16 de diciembre de 2014

Relato número 1

Observaba los arboles por entre la ventana. Era diciembre y todos sus compañeros estaban fuera del salón, algunos platicando sentados en el pasillo, dos más ligando: el con sonrisa en rostro, ella el doble de sonriente haciendo pedazo lentamente una hoja de unicel; mientras los demás veían un partido de bagmington o deambulaban por los puestos navideños de ocasión.
Al observar recaía en el sueño preparatoriano: ser libre aquella prisión llamada escuela. Lejos de aquel imbécil profesor de física, de aquella aburrida miss de química y de ese castroso coordinador de semestre. Su sueño llegaba al más común de los lugares: ser libre para poder ser un vagabundo. Salir y andar eso que los demás llaman mundo. Caminar por entre los campos de rosales, cruzar la barranca y después andar por la carretera, sin rumbo fijo.
Lo hacía en la medida de sus posibilidades. Cuando se subía a un autobús que daría la vuelta entera a la la ciudad antes de dejarlo siquiera cerca de casa o cuando bebía en compañía de sus compañeros de clase en la barranca más cercana para después terminar bebiendo en una tienda de abarrotes del municipio vecino. O más pequeño aun cuando se escapaba de casa, cruzaba la barranca al lado de su colonia y caminaba por la loma viendo el campo y soñando con poder quedarse a vivir bajo un árbol.
Por eso envidiaba a los animales salvajes, envidiaba su libertad y se decía que la condición humana no es más que una atadura. Que el libre albedrío no era más que una invención y que por ello habiamos dado en crearnos un Dios, pues sólo él podía dar sentido a esas ataduras que nos habiamos impuesto.
Soñaba que un día había nacido aguila y así podía ver esos paisajes, montañas blancas y lagos transparentes, que sólo conocía por los documentales de televisión, o que era comerciante y recorría la ruta de la seda o conquistador romano; todo menos un vulgar estudiante de preparatoria. O incluso un trabajador perdido en Alaska.
El tenía que saber de cálculo, estadística, historia mundial, redacción, compuestos químicos y hasta de física planetaria pero hubiera dado todo eso por saber de misticismo egipcio, de cultos para iniciados, de telas y tinturas exóticas, de las mejores rameras del mundo conocido, de como navegar en un remero, llevar a cabo el culto de algún dios temprano o como asolar villas. Eso veía al ver los árboles, en ello se le iba el corazón entero.

domingo, 3 de febrero de 2013

El deseo de morir era constante. Soñaba con morir en brazos de su melancolía. Aunque en ocasiones sintiera que podía ser todo, lograrlo todo, en otras era miserable. Esa miseria no se iba, no lo abandonaba, era parte de él. Ayer esa miseria se recrudeció.
Bebió whisky con sus compañeros de la facultad, la discutían de todo y de nada: Bruce Lee, Michael Jordan, el avance de la tecnología en las últimas dos décadas, la teoría del vacío esgrimida por Josué. Regresa a casa, sostiene la respiración durante la revisión de rutina antes de abordar el autobús, no quiere que le impidan tomar el viaje. Habla por teléfono con ella, quien está convencida que lo mejor es separarse, pero él ruega, ruega e insiste a su manera, de la misma manera en que lo hiciera una semana antes. Esta relación parece insostenible y sin embargo él está ahí; deseando, esperando, víctima de un incesante deseo de intimidad; "I don't wanna die, but I ain't keen on living either" recita en su mente.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Exilio

A golpe de tecla Vicente escribía su columna. Hasta dos cuartillas, siempre auxiliado por su Olivetti. La había comprado a un compañero en apuros, aquel urgido de dinero, este de herramienta de trabajo, el precio convenido fue una ganga. El golpeteo de la teclas resonaba en la oficiona de Vicente, escribía apurado con un ritmo constante, arrecia de a poco pero más que apretar el paso lo mantiene, de repente acelera un poco, está en las últimas líneas, aprieta ahora si el paso, como aquel que está a punto del orgasmo. Por fin este llega con el punto final.
Apenas un par de errores y otro de "ah que pendejo soy".
Termina su columna, la turna a quien corresponde, como de costumbre lo hace de último minuto. -¿Qué vamos a hacer contigo cabrón? La vez pasada llegaste tan tarde que ya habiamos metido una nota de relleno, nos moviste todo cabrón.
Sale de las oficinas del periódico. Las calles de la Ciudad de México son tan diferentes de noche, piensa. Nada que ver con el remolino de gente en el día, los vendedores callejeros expropiando las banquetas y obligando a uno que otro apresurado a sorteárselas con los automovilistas. Que manera de cambiar de ritmo. Montevídeo era apenas una fracción de lo que México.
Llegó exiliado a México años atrás, cuando hubo oportunidad de regresar, no regresó. De alguna manera Uruguay no era más su patria, no es que México lo fuera, pero aquí tenía un empleo y bueno ¿cuál sería la necesidad de salir a tocar puertas nuevamente? No, en definitiva lo mejor era quedarse en México.

Pero era miedo, el sabía que era miedo lo que le impedía regresar. Asustado como cuando era niño y su madre lo llevaba con el doctor que amenazaba con encajarle en el brazo tremenda aguja. Asustado como todas las veces que cuando jóven se acercaba a la chica que le interesaba, y temía que de un tajo ella lo mandará a volar. Asustado como cuando se enteró que un amigo había muerto accidentado mientras manejaba. Como cuando su madre cayó postrada en cama y pocos días después tuvo que abandonar su país, dejándola abandonada. Asustado como cuando se reunía con más y más exiliados y estos le describían las atrocidades del régimen. Asustado.

Todos habían abandonado Uruguay, muchos regresarían. ¿El convenenciero de José Pablov? ni que me agradara tanto, ¿el mentiroso de Alberto Sánchez? lo detesto, ¿Pedro Zorrilla? es un hijo de perra.
No, pero no tendría porque convivir con ellos, el tan sólo estaría de regreso en la Patria ¿qué más daba si todos ellos regresarían también? simples pretextos.

Su verdad era distinta. Ahí había muerto su madre, ahí había muerto su esposa, ahí habían muerto sus recuerdos, que en un arranque de ira, de impotencia, de deseo asesino mató uno a uno como hubiera matado a los hijos de perra que lo alejaron de su vida. Para él, el suelo de Uruguay estaba manchado de sangre. Pero jamás la sangre que él hubiera querido ver correr.

¿Cómo podría vivir ahí? pensaba.

Enciende un cigarrillo, ya está a varias cuadras del periódico y a unos pasos del monumento a la revolución. Se sienta sobre la banqueta, sostiene el cigarrillo con la mano derecha, parece que han pasado horas desde que abandonó las oficinas del periódico.
¿A que café vas? pregunta Vicente cada que se reunía con un exiliado. Así lograban conocerse mejor. Llegaban unos días, se quedaban en el sofá de Vicente, algunos por meses, pero al fin lo abandonaban. Algunos se reunirían con otros exiliados en Europa, otros en Estados Unidos. Su departamento se convirtió en hostal. Extrañaba de alguna manera esos días, siempre emocionantes, tan llenos de noticias, de conversaciones hasta bien entrada la madrugada, de parrandas improvisadas de bienvenida "pa' que conozcan el México de a de veras" decía a sus paisanos uruguayos como diría cualquier mexicano a algún extrajero.

No, en definitiva no quería regresar. El exilio lo perdió en el encuentro. Andaba sólo pero con sí mismo ¿con que finalidad regresar a encontrarse en la perdida?

viernes, 20 de julio de 2012

Fragmento

Entre los historiades aun no existe consenso claro acerca de la conquista de México por parte de los Estados Unidos. Durante el gobierno de la primer mujer presidenta en aquella patria latina, las relaciones bilaterales fueron lo más estrechas posibles. Aquella mujer continuó con la política de seguridad esgrimida por su predecesor. Pero para ello entregó la soberanía nacional a manos estadounidenses.
Durante el perido de seis años en que gobernó, realizó varios tratados secretos con el gobierno estadounidense. El más importante de ellos fue un convenio de intervención del ejército estadounidense en caso de irrupción de la paz pública en México. Y así fue como se vino una rebelión liderada por un ex-militar. Entonces el ejército estadounidense intervinó proporcionando 500 marines y varios aviones de alta tecnología, con ello en cuestión de semanas se logró sofocar la rebelión.

domingo, 13 de mayo de 2012

Fragmento

En ese momento el señor presidente golpeó la mesa. La golpeó en un golpe de adrenalina. La impotencia invadía su cuerpo transformándose en rabia a cada latido que la diseminaba por el cuerpo tenso del señor presidente.
Todo lo que había soñado, las cosas que creía firmemente, las promesas realizadas, el tiempo vertido. Todo, todo se iba al carajo. No pudo gritar más allá de un simple "hijos de puta", la voz se le quebró inmediatamente después.

domingo, 25 de marzo de 2012

Los inmortales pudieron haber engañado a la muerte por décadas, sus cuerpos no envejecían, pero sus mentes se deterioraban. Claro está que recibieron tratamiento para aquellas enfermedades mentales ya conocidas y para la cuales había con que luchar. Pero algunos de ellos desarrollaron una nueva suerte de demencia que jamás se había visto. No es claro aun como se pudo dar esta enfermedad, debido a que fueron relativamente pocas las personas que la sufrieron y muy particulares las variables que intervinieron en dicha enfermedad.
El mal se llegó a conocer como en síndrome Drácula. Así literalmente estas personas comenzaron a consumir sangre humana, en la creencia de haberse convertido en inmortales que necesitaban de dicha sangre para vivir. Si el grupo de los inmortales era exclusivo, el de los Drácula lo era aun más. Alrededor de 50 personas se vieron afectadas por esta enfermedad, aunque los afectados en realidad fueron sus victimas.
Con protección del gobierno de los Estados Unidos, que se había convertido en una gerontocracía rancia y reaccionaria pero corrupta hasta el tuétano, los Dráculas tuvieron la oportunidad de asesinar a miles de personas en un periodo de cerca de 20 años. Entre las víctimas se encontraban en su mayoría hombres y mujeres jóvenes y apuestos, traídos en ocasiones de otras partes del planeta, con engaños de recibir la residencia estadounidenses, que muchas veces eran violados para después morir desangrados mientras sus victimarios bebían de sus cuellos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Los Inmortales

El año es 2025, la ciencia por fin encontró una "cura" para la vejez. Científicos franceses presentaron al mundo Juvenalia, el nombre comercial con el que el nuevo medicamento salió al mercado. Por supuesto el costo de venta era prohibitivo.
Pocas personas al principio creyeron que Juvenalia funcionaba de verdad. Pero lo hacía, para el 2040 era claro que en verdad tenía efectos en contra de la vejez.
Nadie previó lo que sucedería. De repente existían dos clases de personas, aquellas que vivían y morían y aquellas que parecían haberse vuelto inmortales. Éstas últimas concentraron aun más poder, sus vidas alcazaron para lograr lo que jamás antes nadie había podido imaginar y así comenzaron a acumular poder.
El primero de esos hombres fue Richard James Jackson, hijo del senador estadounidense Richard William Jackson. Richard comenzó a consumir Juvenalia a los 30 años, cuando murió tenía una edad biológica de 40 años y real de 140. Acumuló tanto poder en vida que se le llegó a conocer como el cuarto poder. Y se convirtió en el "líder" del club los "inmortales" que tenía apenas unos 3'000 miembros alrededor del mundo, con ellos bastaba para mantener una industría de la juventud, misma que representaba ganancias anuales por 1 mil millones de dólares anuales.
Para la década de 2070 los "inmortales" dominaban el mundo. Sus manos concentraban el 90% de la riqueza mundial. Año tras año cientos de miles de infelices nacían y morían en el muladar en que se había convertido el mundo, así vinieron sobre el mundo cuatro epidemias de peste azul en lo que restó del siglo pasado, y la mortandad fue tan sólo comparable con el apocalipsis. Jamás la población mundial había sido mermada de tal manera, naciones enteras fueron barridas, quedando en vida, en muchas de esas naciones, tan sólo el uno por ciento que era inmune a la peste azul por cuestiones de azar, pero no eran inmunes al hambre.
La población que sobrevivió a la hambruna y a la peste lo hizo para verse convertida virtualmente en esclavos. Claro, tenía derechos, garantías constitucionales y empleos remunerados, pero ni una posibilidad de ser algo más que autómatas al servicio de los "inmortales".